¿Cuáles son las causas y cómo podemos superar el duelo?
En España, en 2019 se quitaron la vida 3.671 personas, un 3,7% más que el año anterior, según datos del Instituto Nacional de Estadística.
Desde 2008, el suicidio es la primera causa de muerte no natural en nuestro país. La Organización Mundial de la Salud (OMS) apunta que, de promedio, por cada persona que muere por suicidio hay 135 que viven el duelo.
Ante esta realidad, ¿debemos hablar del suicidio? Si se habla, ¿ayuda a prevenir el riesgo de suicidio o tiene el efecto inverso? ¿Cómo hablar si es una de las muertes con más tabú? ¿Cómo afrontar el duelo por suicidio?, y la eterna pregunta: ¿Se podría haber evitado?
Posibles causas del suicidio
Cecilia Borràs, psicóloga y presidenta fundadora de la entidad Después del Suicidio - Asociación de Supervivientes (DSAS), en su charla "Prevenir el suicidio", organizada por nuestra Fundación Mémora, entidad que tiene como finalidad proporcionar ayuda a la sociedad, apoyando y mejorando la atención a las personas y las familias en el proceso del final de la vida manifestó que todavía existe un cierto tabú y estigma al hablar del suicidio.
Se suele asociar a una persona desestructurada, con trastornos mentales, desarraigada, "y esta idea está totalmente alejada de la realidad". Según la experta, una persona que se quita la vida lo hace debido a varios factores interrelacionados: se encuentra ante una crisis vital, no puede más, ve su situación como un problema insoportable, indefinido e irresoluble. "Normalmente su percepción está muy desajustada de la realidad, pero todo ello le provoca un gran dolor", subraya.
Depresión, una enfermedad o un acontecimiento vital complicado
Una de las creencias más extendidas es que "todo el que se suicida es debido a una enfermedad mental como por ejemplo un trastorno bipolar".
Aunque en el 80% de los casos existe un trastorno mental grave que debe abordarse lo antes posible (la depresión grave está detrás del 63% de las muertes por suicidio), existen otros factores de riesgo como por ejemplo; haber sido diagnosticado con una enfermedad crónica que cursa con dolor; la soledad y el aislamiento social (físico y emocional) o vivir acontecimientos vitales estresantes, como la muerte inesperada de un ser querido, un robo, una violación, consumo de sustancias... "Y aquí entramos todos. No todo el mundo que se suicida tiene una enfermedad mental", remarca la fundadora de DSAS.
De la persona que se suicida también suele decirse que es cobarde por no saber afrontar los problemas, o bien que es muy valiente. "Ninguna persona que sufre, que tiene un trastorno, que vive un momento de crisis vital, puede ser juzgada de cobarde o valiente", dice Borràs, quien desmiente el tópico de que el suicidio si hay antedecentes familiares tiende a heredarse: "Se heredan los factores de riesgo vinculados a la salud mental, el carácter, la forma que uno tiene de enfrentarse a las adversidades, como afrontamos los problemas, pero no se hereda el suicidio".
Señales de alarma
Normalmente cuando se produce una muerte por suicidio antes ha habido frases que se repiten y a las que no se han dado importancia.
Son frases del estilo: "No valgo nada", "La vida es un asco", "Estarías mejor sin mí", "Estoy cansado/a de luchar", "Me gustaría desaparecer", etc., son frases que encierran un mensaje emocional, un motivo de desesperanza.
También existen conductas no verbales, como un mayor consumo de sustancias o alcohol, autolesiones, regalar objetos, querer cerrar asuntos pendientes, etc., que pueden dar a entender que una persona se va desenganchando de la vida de manera progresiva.
Hablar del suicidio: efecto Papageno
"Hablar del suicidio no lleva al contagio del suicidio", enfatiza Cecilia Borràs, quien considera que "cuando una persona se abre y comunica sus intenciones, si es escuchada y podemos darle el ejemplo de personas que han estado en su misma situación y han salido adelante, salvamos una vida". En estas situaciones la persona encuentra apoyos para poder seguir. Es lo que se llama el Efecto Papageno: el contacto con personas que han afrontado una situación de crisis de manera positiva ofrece un efecto protector.
Y es que la persona que se suicida no deseaba morir, lo que quería era hacer cambios en su vida, pero no sabía cómo. "El suicidio es el resultado de un sufrimiento psicológico insoportable. La persona está en un túnel sin salida y no es capaz de encontrar el apoyo necesario para hacer los cambios que necesita para que su vida sea de otra manera".
Los que sufren la pérdida
Para los que han sufrido una pérdida aconsejamos desde el Grupo Mémora exteriorizar y compartir el dolor, no silenciarlo como bien apunta Cecilia Borràs: "El proceso de duelo es muy doloroso, los supervivientes necesitan hablarlo en voz alta, ser escuchados... La persona no será la misma, pero continuará adelante".