A lo largo de la historia, la humanidad ha experimentado un gran respeto hacia la muerte. Tanto que, los ritos funerarios han adquirido una relevancia significativa en nuestra historia y cultura.
Algunas de las costumbres funerarias que desarrollamos hoy en día hunden sus raíces en ritos del pasado, mientras que otras se han perdido con el paso de los siglos. Hoy vamos a analizar algunas de las fórmulas que ha empleado la humanidad para despedir a un ser querido a lo largo de los tiempos.
Funeral
En primer lugar, la palabra ‘Funeral’ tiene su origen en el Imperio Romano. Los romanos, cuando fallecía un ser querido, se vestían de negro y encendían una gran cantidad de antorchas (funes). Dado que el entierro se realizaba al atardecer, el fuego tenía la función de guiar a los espíritus y que sus almas no se perdieran de camino a la eternidad.
Prehistoria
Miles de años antes de los romanos, los seres humanos ya despedían a los muertos con diferentes ritos funerarios. Destaca, por ejemplo, el hallazgo de la Sima de los Huesos en Atapuerca, con restos óseos con una antigüedad de 430.000 años en un lugar que no parece que tuviera uso doméstico. También se han constatado posibles entierros deliberados a cargo de neandertales en la cueva de Pontnewydd en Gales, con una datación de 230.000 años.
Uno de los primeros entierros deliberados que se han encontrado hecho por un Homo Sapiens se ubica en Israel y data de unos 100.000 años. En él se localizaron restos óseos colocados con delicadeza, con un ajuar compuesto, mayormente, por huesos de animales.
En el neolítico ya se tiene constancia de entierros en cámaras, especialmente en el sur y el este de Gran Bretaña. Los cadáveres se descarnaban y los huesos se ponían en mortuorios. Tras un tiempo, se sellaban colocando barro y piedras encima. Incluso se cree que era probable que se celebrara algún tipo de ceremonia antes, durante y/o después de colocar esos huesos. A partir del 3500 a.C., las tumbas comenzaron a ser individuales y el cuerpo se mantenía intacto.
Egipto
Los egipcios llevaban a cabo unos rituales de enterramiento obligatorios para asegurarse la inmortalidad tras la muerte, que incluían la momificación (cuyo tiempo medio para realizarla era de unos 70 días), la pronunciación de hechizos mágicos y la inclusión de objetos en las tumbas.
Los egipcios más adinerados se enterraban con joyería, muebles y otros artículos de lujo, ya que pensaban que les serían de utilidad en la otra vida.
Los egipcios más adinerados se enterraban con joyería, muebles y otros artículos de lujo, ya que pensaban que les serían de utilidad en la otra vida.
Grecia
Los atenienses se preocupaban de ofrecer una digna sepultura a los muertos. Las mujeres ungían el cadáver del fallecido con aceite y lo vestían y amortajaban para exponerlo en la entrada de la casa familiar, con el fin de que fuera visitado a lo largo de uno o dos días.
Del mismo modo, al difunto se le ponía un óbolo bajo la lengua para costear su pasaje a Caronte, el barquero de la laguna Estigia que, según creían, llevaba a los fallecidos a la morada de los muertos.
El cortejo fúnebre partía antes del amanecer, con una mujer con un vaso para libaciones a la cabeza del mismo. Se dirigía hasta el cementerio en las afueras de la ciudad, donde el cadáver era enterrado o incinerado.
Roma
En los primeros tiempos del Imperio Romano predominaba la inhumación, si bien posteriormente esta técnica fue reemplazada por la cremación. Sin embargo, ya en el segundo siglo del imperio, la inhumación volvió a ser habitual al incrementarse la población cristiana.
Tras la pertinente oración, o discurso, un familiar se acercaba al fallecido y le abría los ojos para que pudiera ver por última vez la luz. Luego se los cerraba pronunciando el nombre del difunto, y depositaba una moneda en su boca para, finalmente, encender la pira funeraria.
El fuego era extinguido con vino y se recogían las cenizas. Los huesos eran lavados con vino añejo o leche, y una vez fríos se ubicaban en una urna funeraria repleta de flores. Al día siguiente se realizaba un banquete póstumo o fúnebre en honor al muerto. Además, era habitual que los familiares visitaran de forma periódica las tumbas de sus seres queridos, depositando flores y manjares.
En el caso de la población pobre, sus cadáveres eran arrojados a las fosas comunes fuera de las ciudades.
Edad Media
Cuando una persona moría en la Edad Media, por lo general sus familiares se encargaban del lavado del cuerpo con agua o vino, y los dedos gordos de los pies y de las manos solían atarse con un cordel o rosario, para impedir que el alma del fallecido pudiera escapar del cuerpo.
Los difuntos eran velados en alguna estancia de la casa y el toque de campanas anunciaba que era el momento de asistir a la vigilia. Los asistentes solo oraban, porque las expresiones de dolor como el llanto se encontraban prohibidas por la iglesia.
El cortejo fúnebre acompañaba al difunto en procesión, con cirios encendidos y ofrendas, hasta la iglesia y el lugar de la sepultura.
La práctica funeraria habitual durante el medievo fue la inhumación, por la creencia de que en el Juicio Final las almas regresarían a sus cuerpos terrenales para que cada persona fuera juzgada por sus actos.
Como vemos, los ritos funerarios celebrado a lo largo del tiempo también influyen en la cultura de los ritos funerarios.