Francesc Torralba: La dimensión espiritual. Una compleja polisemia

Francesc Torralba
Francesc Torralba
La dimensión espiritual. Una compleja polisemia
Enero 25, 2023
6 min
En el proceso final de vida se activa la dimensión espiritual del ser humano. Por eso, en tales circunstancias resulta imprescindible atender a la persona de un modo integral y considerando sus valores y creencias. 

En el proceso final de vida se activa la dimensión espiritual del ser humano. Por eso, en tales circunstancias resulta imprescindible atender a la persona de un modo integral y considerando sus valores y creencias. 

Uno de los vocablos más complejos de definir es, precisamente, la espiritualidad o, formulado en neutro, lo espiritual. Como expresa Thatcher, muy a menudo las definiciones de espiritualidad son oscuras e imprecisas. Muy habitualmente se convierte en una palabra tipo cajón de sastre, que tiene significados muy diferentes según la persona, el grupo o la institución que la maneje. 

 

Este mosaico de significados da cuenta de la riqueza inherente a la cuestión, pero también es un síntoma: la dificultad de cazar la idea, de captar la esencia de la cosa. Esta pluralidad de significados no la interpreto como sinónimo de confusión o de ambigüedad, sino como una expresión de la riqueza de la noción y de cómo escapa ésta a todo análisis simplificador. Con lo espiritual uno siempre tiene la impresión de no decirlo todo, de que el tema se le escurre entre los dedos, como un pez acabado de salir del mar.

 

No pretendo, ni mucho menos, dilucidar exhaustivamente la riqueza de significados que atesora esta palabra, pero es honesto intelectualmente precisar, aunque sea provisionalmente, el significado que le otorgo aquí, puesto que sólo si se delimita, se puede clarificar en qué consiste atender la dimensión espiritual en el proceso final de vida. 

 

Trato de aclarar algunos de los significados más recurrentes en la bibliografía internacional. 

La dimensión espiritual es un área de la persona que le permite apreciar más el valor de las cosas y la dignidad de todo ser humano más allá de las apariencias y, en este sentido, no puede identificarse con la ética, pero es una consecuencia de la actividad de la misma. 

Para algunos especialistas, lo espiritual se asocia vagamente a lo ético. Se entiende que una persona es espiritual cuando cumple con la voz de la consciencia, cuando responde al deber que dimana de su interioridad. Esta asociación de ideas no me parece adecuada, pues muchas personas que verdaderamente viven a fondo el sentido del deber y cumplen con sus múltiples responsabilidades, son ajenas a prácticas espirituales y entienden que es posible defender una ética estrictamente laica, sin correlatos religiosos y también al margen de la vida espiritual. 

 

Aún así, considero que la ética cuando es vivida profundamente tiene que ver con la consciencia del deber, el sentido de la misión, la capacidad de tomar distancia, de valorar y de discernir. La dimensión espiritual es un área de la persona que le permite apreciar más el valor de las cosas y la dignidad de todo ser humano más allá de las apariencias y, en este sentido, no puede identificarse con la ética, pero es una consecuencia de la actividad de la misma. 

 

Las personas espiritualmente sensibles, que están atentas a los seres que le rodean, que perciben su ser como parte de un Todo y que experimentan la unidad total, desarrollan una conducta ética, fundada en la benevolencia universal y en la práctica de la compasión. Los grandes referentes espirituales de la humanidad se caracterizan en su vida exterior por una ética fundada en el desapego, el amor universal, la gratuidad y la compasión con todos los seres que sufren. Existe, por lo tanto, un hiato entre espiritualidad y ética, pero la espiritualidad trasciende el campo de la ética y no puede reducirse a ésta. 

 

Lo espiritual se relaciona, también, con la conexión con todos los seres. Evoca la idea de vínculo, de lazo, de ligazón con la realidad ajena al ser humano, pero también con lo más íntimo de él, el yo profundo. Esta noción me parece especialmente idónea. Un ser humano espiritualmente profundo no se percibe como una entidad autosuficiente, separada del mundo, como una burbuja inconexa que flota en el aire. Se siente parte del Todo, vinculado estrechamente a todo ser; sabe que forma parte de la gran danza de la vida y que su ser emana de los otros y está radicalmente abierto a los otros. 

 

La espiritualidad evoca, pues, la idea de vínculo, de conexión, pero no en el sentido de dependencia o de apego. Para un ser humano espiritualmente profundo, nada de lo que ocurre en el mundo le es ajeno, no solo el sufrimiento de todos los seres humanos, también de los más alejados físicamente, sino también el sufrimiento de cualquier ser vivo. 

Lo espiritual se relaciona, también, con la conexión con todos los seres. Evoca la idea de vínculo, de lazo, de ligazón con la realidad ajena al ser humano, pero también con lo más íntimo de él, el yo profundo.

Otra noción que se relaciona directamente con lo espiritual es la idea de sentido, de propósito, de significado de la existencia. Una persona espiritualmente activa se formula la cuestión del sentido, la razón última que da significado y valor a su existencia personal. Esta cuestión es particularmente humana y exige la labor de la inteligencia para tratar de responderla prudentemente a partir de la propia experiencia, pero también a partir de las experiencias ajenas. La inquietud espiritual es la inquietud por el sentido, por dar a la vida un significado, una razón que la justifique. 

 

Es propio de un ser humano espiritualmente cultivado la voluntad de trascender lo inmediato, de ir más allá de lo visible, de lo aparente y de hurgar en lo que está allende lo físico y lo material. Esto no presupone, en ningún caso, un desprecio a lo material, a lo sensible, a lo que percibimos con los ojos, sino todo lo contrario, conlleva una estima más profunda a lo sensible, porque en lo efímero se detecta lo eterno. Un ser humano espiritual trata de averiguar qué se esconde más allá de lo visible, qué sugiere lo perceptual. Entiende la realidad material como un signo visible de una Realidad inmaterial que lo funda y lo sostiene todo. 

 

En el proceso final de vida se activa, particularmente, la dimensión espiritual del ser humano. La pregunta por el sentido de la enfermedad, de la muerte y de la existencia alcanza su clímax. Se tiende a descartar lo accidental y conversar sobre la fundamental, sobre lo que nos sostiene cuando todo se desmorona. Por eso, en tales circunstancias resulta imprescindible atender a la persona de un modo integral y considerando sus valores y creencias. 

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