Entrevistamos a Gretel Rafuls, comunicadora social, una mezcla de trabajo social y periodismo. Actualmente es gestora de desarrollo del proyecto Espacio de Apoyo, una iniciativa pionera de la Fundación Mémora, para acompañar a nivel comunitario a familias, profesionales y entidades que transitan procesos de final de vida o el duelo en el área de L'Hospitalet y Baix Llobregat.
¿A qué te dedicas profesionalmente?
Me he formado como comunicadora social, una mezcla de trabajo social y periodismo, o lo que es lo mismo, cómo hacer servir los procesos comunicativos para contribuir al desarrollo social a nivel comunitario. Trabajo como gestora de desarrollo del proyecto Espacio de Apoyo, una iniciativa pionera de la Fundación Mémora, para acompañar a nivel comunitario a familias, profesionales y entidades que transitan procesos de final de vida o el duelo. Mi ámbito de desarrollo es la ciudad de L´Hospitalet de LLobregat, y más recientemente, otras zonas de la comarca del Baix Llobregat, como Esplugues, Cornellà y Molins de Rei, donde también existe presencia de Mémora y los proyectos sociales que impulsa
¿Cuáles son los dos retos más importantes que tienen ahora mismo desde tu vertiente profesional?
El primero de ellos es ser capaces de sostener el malestar de tantas y tantas personas y profesionales que se nos acercan a buscar recursos de ayuda. La sociedad ha quedado muy tocada por esta pandemia, y estamos viviendo sus secuelas en materia de salud mental. Los recursos asistenciales no dan abasto, y hay que continuar sumando esfuerzos, desde la colaboración público-privada, para hacer posibles nuevas formas de respuesta asistencial a las necesidades del momento. Sobre todo, toca seguir trabajando por disponer de más recursos humanos y económicos para ofrecer acompañamiento psicológico, y específicamente en el área del duelo.
Por otro lado, el covid nos ha supuesto una reinvención profunda de todas las funciones profesionales, el cambio de las estructuras y modelos de trabajo tradicionales, toda una revolución en el ámbito laboral. A la par, en la vida privada de casa, todas y todos también tenemos nuestras propias dinámicas y desafíos que abordar. Combinar todo ello en armonía no siempre es fácil. Por ello veo imprescindible convertir las consignas del autocuidado y la asertividad, en verdaderas prácticas cotidianas a nivel personal. Solo si estamos en forma física, mental y emocionalmente, podremos cuidar mejor de las demás personas.
Desde el punto de vista profesional, ¿cuál es tu peor recuerdo?
Recuerdo con desasosiego las horas infinitas del confinamiento. Nuestra tarea era ofrecer acompañamiento emocional vía telefónica, a cientos de familias que les había fallecido un familiar por covid, y en muchas ocasiones, ni siquiera sabían dónde se encontraban sus restos mortales. Tocó ejercitar la escucha activa al máximo, contener muchas emociones desbordadas, acoger el dolor y el sufrimiento desgarradores de muchas personas... incluso, su rabia e impotencia por recibir tan duro e inesperado golpe de la muerte de sus seres queridos. Sin embargo, nos quedaba una sensación agridulce, el espejo y su sombra: de un lado tener que acompañar tanta pena, pero por otro, la gratificación enorme que aporta la solidaridad, el estar ahí con vocación de servicio para ayudar a quienes más lo necesitaban. A veces, eran las propias personas que llamábamos quienes nos ofrecían unas palabras de consuelo y aliento. Esa era la mayor recompensa conque marchábamos a dormir cada día.
¿Y tu mejor recuerdo profesional?
Me siento especialmente útil y privilegiada de poder relacionarme cada día con personas mayores de la comunidad. Creo que su experiencia y valores son un gran regalo, no siempre bien valorizado a nivel social. En la interacción, se va construyendo un vínculo muy empático, que nos llega a aproximar de forma muy familiar. Siempre pienso que es más lo que nos dan que lo que nosotras le ofrecemos, y me siento agradecida por cada rato de aprendizaje y afecto compartido. En especial, nos vinculamos con muchas mujeres mayores viudas que participan de nuestros grupos de apoyo al duelo, charlas y diversas actividades comunitarias. Muchas de ellas son ejemplos inspiradores de madres de familia que nos han sostenido para llegar hasta aquí.
En el proceso final de vida de las personas, ¿Qué aspectos consideras que son los más importantes a tener en cuenta?
Creo que lo principal es siempre la capacidad de escuchar, de no juzgar, de tender la mano empáticamente... respetando al máximo el deseo y la voluntad de la persona que se está despidiendo. Que pueda decir adiós acorde a sus valores, y su visión del mundo, y facilitarle el proceso, si es posible, en compañía de sus seres queridos y dejando arreglados todos los temas emocionales, legales, etc. que puedan sentir como pendientes. En esos momentos, se suele hacer balance de la vida, y dejan de importarnos cuestiones más materiales a las que antes le dábamos mucha relevancia; cobra un mayor peso el vínculo con las personas de nuestro entorno, la paz interior de habernos sabido personas de bien... Parece muy complejo pero en verdad puede ser sencillo; cualquier buena persona con un mínimo de entrenamiento puede acompañar a otras en su proceso final de vida: escuchar, estar ahí, respetar, facilitar, acoger, sentir compasión, entregar amor...
Que la trabajadora social esté al lado de personas vulnerables y que en ocasiones fallecen, ¿qué les aporta a las personas y a sus familiares?
La figura profesional del trabajo social es una pieza importante del puzle, porque está formada en el humanismo, la sensibilidad y el vínculo relacional, pero a la vez, cuenta con herramientas técnicas y conoce integralmente los recursos del sistema para hacer derivaciones y facilitar a cada perfil de persona y familia lo que mejor les pueda venir según su situación. No obstante, creo que su labor para acompañar en el final de vida y el duelo, solo completa totalmente su tarea, si se complementa de una visión mucho más comunitaria, con la participación de otros perfiles, como son el personal sanitario, la comunidad educativa, las instituciones políticas, todos los entes partes integrantes del tejido social. La muerte es un tema transversal a nivel de toda la sociedad. ¡Nadie escapará de ella!, así que más nos vale intentar naturalizarla y trabajar de conjunto por acompañarla mejor.
¿Nos puedes recomendar un libro?
“La obra del artista” de Frei Betto. Lo leí muy joven, y a cada rato vuelvo a recurrir a ella. Indaga sobre el diálogo humano que sostenemos internamente entre nuestras percepciones más racionales del mundo y la vida, y esa visión espiritual que también nos acompaña, y es imprescindible para no perder el horizonte en tiempos convulsos. La recomiendo.
¿Cuál es tu canción y película favoritas?
Me gusta escuchar sonar “Color Esperanza” de Diego Torres. Los últimos dos años la hago servir frecuentemente. Pone una pincelada de alegría y motivación a los momentos grises.
De pelis me quedo con “Lo imposible”, esa que narra los hechos reales del improbable reencuentro entre los miembros de una familia que vivió en carne propia el tsunami que azotó el Sudeste Asiático en 2004. Parecía un milagro, pero el amor que les unía les permitió luchar por sobrevivir y volver juntos a casa.