La cremación de un cadáver es una alternativa al enterramiento, con la que cada vez más familias se sienten más cómodas.
De hecho, en la actualidad se producen en España en torno a un 45 % de incineraciones, frente a un 55 % de inhumaciones. Vamos a analizar cómo se incinera un cuerpo para, posteriormente, entregar las cenizas del fallecido a sus allegados.
En primer lugar, hay que recordar que la incineración no se produce inmediatamente tras el fallecimiento. Después de que una persona fallezca, en España es necesario realizar un período de espera obligatorio de 24 horas, desde la hora de fallecimiento que haya detallado el médico en el certificado de defunción, para proceder a la cremación.
También se debe tener en cuenta que existen algunos casos, aunque pocos, en los que se no se puede realizar una incineración, ya sea por la causa de la defunción o porque lo ordena un juez.
Previamente a la incineración se examina el cadáver de manera exhaustiva. En el interior de los tanatorios existe una sala donde las personas encargadas de hacer esta labor analizan el cuerpo para comprobar si existen elementos metálicos en su interior, como un anillo o un marcapasos, por ejemplo.
Cómo se incinera un cuerpo
Tras velar los familiares y amigos al difunto y celebrarse la ceremonia, en caso de ser una despedida de ámbito religioso, el cuerpo, introducido en un féretro ecológico, se sitúa en una máquina llamada introductor.
Esta máquina es la encargada de ubicarlo en el horno, donde se produce la cremación. El procedimiento es seguido y controlado por varios ordenadores. Llegados a este punto es importante destacar que solo se puede introducir un féretro a la vez dentro de un horno crematorio, nunca más de uno.
La temperatura a la que se incinera un cuerpo se sitúa en torno a los 750-1.150°C. De esta manera, los restos humanos se queman en el horno crematorio hasta quedar reducidos a cenizas. Es decir, se produce la desintegración total del cadáver mediante incineración, lo que suele tardar entre dos y cuatro horas. Por ello, con el objetivo de reducir al máximo las emisiones a lo largo de este proceso, en Mémora contamos con hornos que disponen de filtro de humos.
Una vez finalizada la cremación propiamente dicha, se produce el enfriamiento de las cenizas en un cazo industrial durante un tiempo aproximado de media hora. Luego pasan a otro aparato denominado Cremulador, donde se machacan todos los restos con unas bolas de acero durante unos diez minutos con el fin de que quede todo homogéneo.
Entrega de las cenizas
Una vez que el cuerpo ha quedado reducido a cenizas y el horno se ha enfriado, los operarios del crematorio se encargan de depositar las cenizas en una bolsa de plástico específica para el proceso, que luego es introducida en la urna, para concentrarlas y evitar fugas.
Las cenizas, no son dadas a la familia tras la cremación, sino que tiene que pasar al menos un día desde la incineración antes de su entrega para asegurarse de que se enfríen.
Tras ofrecer las cenizas a la familia, ésta puede optar por conservarlas en un lugar especial, introducirlas en un nicho o columbario en un cementerio o esparcirlas en un lugar que tuviera un carácter especial para el difunto, siempre que se trate de un espacio autorizado para ello, ya que no se puede hacer en cualquier lugar.
España dispone en la actualidad de más de 500 hornos crematorios, una cifra que supone un 10 % más que los existentes en 2021.